La soledad y el trauma en psicoterapia

Artículo de Dácil González, psicóloga y psicoterapeuta

La soledad se entiende como la carencia voluntaria o involuntaria de compañía, o como el sentimiento de estar aislado/a. Aunque el sentimiento de soledad puede ser congruente con situaciones y vivencias del presente, como una separación, un proceso migratorio, la pérdida de un empleo, la falta de tiempo para conectar con los/las otros/as, etc. Hay muchas personas que sienten que la soledad les acompaña “desde siempre”, y que no varía a pesar de estar en relación con personas significativas, como pueden ser los/as amigos/as, la familia, la pareja, etc.

En el espacio de terapia me encuentro habitualmente con personas que me hablan de este último tipo de soledad, una soledad expresada como el sentimiento de que una parte de ellos/as ha quedado bloqueada, sola y aislada del resto y permanece perdida en otro lugar, e incluso en otro tiempo diferente al tiempo presente. Con el acompañamiento terapéutico generalmente conseguimos identificar cómo ese sentimiento de soledad está estrechamente ligado con una experiencia de trauma durante su infancia. Pero ¿qué puede provocar una experiencia traumática infantil? Normalmente, dos situaciones: un evento doloroso que se presenta al niño/a de manera recurrente, o la experiencia primaria de no contar con un padre o una madre, en palabras de Winnicott, suficientemente buena/o.

Algo que observamos con frecuencia durante los procesos terapéuticos es que muchas de las situaciones traumáticas se producen como resultado de dinámicas familiares disfuncionales. Por ejemplo, cuando unos padres mantienen una relación de alta conflictividad y desatienden las necesidades de sus hijos/as por el conflicto o, dicho de otro modo, cuando los padres, responsables de la corregulación emocional de sus hijos e hijas, les desconfirman y les colocan de manera reiterada en una posición de vulnerabilidad.

Y es que cuando un/a niño/a experimenta un evento traumático sin el soporte adulto adecuado a menudo se sentirá solo/a y empezará a almacenar, en su cerebro y en su cuerpo, una experiencia de soledad que no será capaz de procesar ni de expresar. Estas sensaciones o recuerdos somáticos podrán reaparecer en su vida adolescente y/o adulta cuando viva situaciones que le conecten con aquella experiencia traumática, y es probable que cuando esto le suceda, no sepa ubicar de donde proceden esos sentimientos y/o pensamientos tan potentes.

¿Cómo podemos distinguir un sentimiento de soledad temporal y relacionado con la vida actual de uno/a relacionado con un trauma?

Hay algunos aspectos diferenciales que pueden hacernos pensar que la soledad que sentimos está relacionada con un trauma infantil:

  • Sentimiento de soledad permanente que no cambia a pesar de estar acompañados/as en la vida actual.
  • Dificultad para estar solo/a: búsqueda constante de estímulos, de vías de escape, de relaciones tóxicas, de dependencias, etc., para huir de las sensaciones y sentimientos que experimentan cuando están solos/as.
  • Sensaciones corporales muy intensas y desagradables al conectar con la soledad.
  • Sentimientos profundos de vacío.
  • Sentimiento de no ser válido/a, de no encajar, de ser defectuoso/a.
  • Sensación de que nada de lo que haga va a servir para sentir de nuevo la conexión con el otro, que nada es suficiente.
  • Soledad arrolladora, aislamiento profundo, tristeza.

Hace poco reflexionaba sobre la sensación de soledad con una paciente durante una de sus sesiones. Ella me describía su soledad como un “agujero negro” dónde siente que queda atrapada cada vez que se acerca a su historia traumática. Un agujero negro de soledad que no puede ni quiere mirar, que le angustia, que le ahoga, al que no quiere regresar, pero del que no puede escapar. Una sensación de soledad que nadie es capaz de comprender y que cree nunca podrá dejar de sentir. En su caso, la soledad viene acompañada de algunas sensaciones corporales como aturdimiento, parálisis y fobia, y también de una parte muy autocrítica que la “castiga” por sentirse mal cuando no hay un motivo aparente. Ella, inicialmente, no era capaz de relacionar todas estas vivencias con ninguna situación del presente o del pasado, pero, poco a poco, y a través del trabajo de reprocesamiento del trauma y del trabajo de partes (IFS – Internal Family Sistems), fue comprendiéndose y activando su capacidad de compasión con la historia que la llevó a sentirse de la forma en que se ha sentido durante tanto tiempo.

A través de la psicoterapia las personas logran sanar y reparar las heridas del pasado, aprenden a establecer relaciones más funcionales, desarrollan la capacidad de autorregularse, etc., siendo el principal requisito que el/la terapeuta sea capaz de construir con él/ella una relación segura, una relación que permita a la persona acceder, abordar, procesar, y transformar esos eventos que quedaron “atrapados” en otro tiempo esperando a que alguien los atendiera.

No quiero cerrar este artículo sin señalar que también existe un tipo de soledad buscada y agradable que nos permite encontrarnos con nosotros/as mismos/as y con nuestra esencia.  Se trata de una soledad temporal que podemos utilizar para descansar, para hacer cosas con las que disfrutamos, para conectar con nosotros/as mismos/as a través de la meditación, la escritura, la pintura o la lectura, por ejemplo.  Estos espacios pueden ser útiles como espacios de autocuidado personal donde desconectar de las exigencias que a menudo nos rodean y poder darle espacio a nuestro yo más íntimo.

Compartir en Facebook
Compartir en Twitter
Compartir en Linkedin
Compartir en Pinterest

Reserva tu consulta 

Nos ponemos en contacto contigo lo antes posible.