Artículo de Higinio Trujillo, psicoterapeuta familiar.
En terapia, el juicio suele ser una respuesta automática ante lo desconocido. Sin embargo, en el espacio terapéutico, es crucial cultivar la neutralidad en terapia y la curiosidad genuina en lugar de etiquetar o emitir valoraciones rápidas.
Cada persona que acude a terapia trae consigo una historia única, marcada por experiencias que han moldeado su forma de ver el mundo, sus emociones y sus relaciones. En lugar de apresurarnos a clasificar a alguien como un “mal padre/madre”, una persona “fría” o “insegura”, es importante preguntarnos:
- ¿Y si esa persona a la que juzgamos como “mal padre/madre” creció sin recibir el apoyo necesario?
- ¿Puede que la aparente frialdad sea una defensa ante un pasado de manipulación afectiva?
- ¿La dependencia podría ser el resultado de una infancia donde el amor se condicionaba a la complacencia absoluta?
Aceptar y comprender estas historias permite acompañar a la persona con empatía, creando un espacio terapéutico seguro donde pueda explorar su mundo interno sin miedo al juicio.
El impacto del juicio en la relación terapéutica
El juicio no solo limita nuestra capacidad de comprender a la otra persona, sino que también puede afectar la alianza terapéutica. Cuando alguien percibe críticas o prejuicios, aunque sean implícitos, puede sentirse incomprendida y cerrarse emocionalmente.
Para evitar esto, los y las terapeutas deben adoptar una actitud de curiosidad y respeto, facilitando un entorno donde la persona se sienta libre de compartir su historia. Esto no significa evitar la evaluación o el análisis en terapia, sino abordarlos desde una perspectiva más amplia, sin culpabilizar ni etiquetar.
Entonces, ¿cómo podemos conseguir quitarnos de encima nuestros prejuicios en terapia? Para los y las psicoterapeutas, evitar el juicio es un desafío constante. Puede presentarse como una respuesta a la inseguridad en los profesionales más nuevos o como una tendencia a clasificar casos según experiencias previas en los más experimentados. Para minimizar estos sesgos, es útil:
1. El diagnóstico sistémico: una neutralidad en terapia
El diagnóstico sistémico es una estrategia clave en terapia. En lugar de enfocarse en fallos individuales, analiza cómo las interacciones dentro del sistema familiar o relacional contribuyen a los problemas. Este enfoque permite al terapeuta mantenerse neutral y actuar como un observador que ayuda a identificar patrones disfuncionales sin emitir juicios.
2. Participar en supervisión profesional
Una supervisión permite identificar patrones de juicio inconscientes para poder reflexionar más adelante sobre aquellos que puedan afectar la relación terapéutica.
3. Practicar la autorreflexión
Registrar pensamientos y emociones tras cada sesión ayuda a detectar juicios automáticos y resonancias personales. Un diario puede incluir: emociones experimentadas durante la sesión, pensamientos espontáneos sobre el paciente y paralelismos con la propia historia personal.
4. Ejercitar la empatía
Imaginar la historia de la persona antes de emitir una valoración nos lleva a hacernos preguntas cómo: ¿Cómo ha sido su historia de vida?, o ¿Qué experiencias han moldeado su forma de relacionarse? Así pues, ejercicios como el role-playing, la escucha activa y el cambio de perspectiva ayudan a fortalecer la empatía en la práctica clínica.
5. Aplicar la neutralidad más allá de la terapia
Fomentar la curiosidad y la empatía no solo mejora el trabajo terapéutico, sino que también transforma la manera en que nos relacionamos en la vida cotidiana. Escuchar con atención y sin juicio permite construir vínculos más auténticos y significativos.
Adoptar esta actitud nos ayuda a dejar de lado respuestas automáticas y a conectar con los demás desde una perspectiva más humana, basada en la comprensión y el respeto.
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